viernes, 1 de marzo de 2019

El Presidente y los reporteros

Teddy Roosevelt fue el primer gran manipulador de los medios de comunicación en el 1600 de la Avenida Pennsylvania. Con una prensa ávida de crear sensaciones para fidelizar a los lectores, el primer Roosevelt supo deformar las convenciones de la comunicación mediante montajes publicitarios para hacer que la opinión pública se moviera a su favor, como cuando utilizó la popularidad de un escandaloso libro de Upton Sinclair para sacar adelante su reforma de la industria cárnica.

La primera conferencia de prensa presidencial de la historia corrió a cargo de Woodrow Wilson en 1913. Sin embargo, el vigésimo octavo Presidente creía que la censura era necesaria para la seguridad pública, y estableció mediante orden ejecutiva el Comité sobre Información Pública. Entre las creaciones de este comité estarían la figura del Tío Sam y las campañas de concienciación de la opinión pública estadounidense para entrar en la Primera Guerra Mundial.

El miedo a que el gobierno se atribuyera la competencia de nombrar y sustituir a los corresponsales provocó en 1914 la creación de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca con el objetivo de apoyar "los intereses de los reporteros asignados para cubrir la Casa Blanca". Su primer presidente fue William W. Price, un reportero del Washington Evening Star que llevaba años escribiendo una columna de noticias breves de la residencia presidencial.

Herbert Hoover estableció formalmente la posición de secretario de prensa, contratando para ello a George Akerson, antiguo corresponsal del Minneapolis Tribune. No le sirvió para amansar a la prensa, sino más bien todo lo contrario.

FDR transformó la relación con los reporteros ofreciéndoles largas e informales conversaciones en el Despacho Oval. Pero pronto les declaró la guerra a los enviados de los periódicos que tenían una línea editorial contraria a sus políticas. En las elecciones de 1936, el Presidente se quejó de recibir una cobertura desfavorable en un 85 por ciento por parte de la prensa escrita.

Más controladas tenía a las estaciones de radio NBC y CBS a través de la recién creada Comisión Federal de Comunicaciones. Esos nuevos medios, todavía en pañales, ofrecían los discursos del Presidente Roosevelt en bruto, sin comentarios, y él los elogiaba en contraste con la prensa escrita porque ofrecían "un contacto directo entre las masas y sus líderes elegidos".

Las conferencias (o sesiones) de prensa del Presidente continuaron siendo off the record hasta los años cincuenta. Comunicarse de manera confidencial le permitía al Presidente retractarse y negar cualquier opinión sostenida anteriormente. En una de esas comunicaciones reservadas, Harry Truman comentó, "Creo que el Senador Joe McCarthy es el mejor activo que tiene el Kremlin". Un reportero señaló rápidamente que el comentario del Presidente sería noticia de primera página. Entonces Truman pidió que no se mencionara a McCarthy. "El mejor activo que tiene el Kremlin son los intentos en el Senado de sabotear la política exterior bipartidista de los Estados Unidos", fue la versión corregida.

Calvin Coolidge (¿Cal el mudo?) fue el Presidente que más conferencias de prensa ofreció en esa era de las comunicaciones off the record, en proporción a los años que estuvo en la Casa Blanca. En total, 521 encuentros con los reporteros, una media de 93 por año.

Una vez que las sesiones empezaron a ser públicas, con el crecimiento de la televisión, el número cayó drásticamente. La primera rueda de prensa recogida por las cámaras de televisión tuvo lugar en el Indian Treaty Room el 19 de enero de 1955, durante la Presidencia de Dwight D. Eisenhower. Se celebraba una vez cada dos semanas y el secretario de prensa de Eisenhower, James Hagerty, era el encargado de editar un resumen con lo más relevante de la misma que después se emitía en los canales de televisión.

El sucesor de Eisenhower, John F. Kennedy, protagonizó la primera rueda de prensa televisada en directo el 25 de enero de 1961. Kennedy utilizó la televisión para dar vigor a la Presidencia y promover una imagen de administración siempre activa. En menos de tres años hizo más apariciones televisivas que su predecesor en ocho años.

Debido a la alta demanda de credenciales de prensa, la administración Kennedy trasladó las ruedas de prensa del Indian Treaty Room del edificio ejecutivo adyacente a la Casa Blanca (un lugar con espacio limitado y mala acústica) al Auditorio del Departamento de Estado (con capacidad para más de doscientos reporteros).

Con la llegada de los años sesenta, surgieron en los medios audiovisuales reporteros más dispuestos a desafiar los comunicados oficiales del Presidente. El detonante fue la versión oficial falsa difundida por la Casa Blanca después del derribo de un avión estadounidense espía U-2 sobre la Unión Soviética en 1960. Los reporteros más contestatarios empezaron a ser más conocidos por el gran público que algunos importantes cargos oficiales de la Casa Blanca.

Con Richard Nixon, el número estándar de ruedas de prensa presidenciales se estableció en aproximadamente una cada dos meses, generalmente en la Sala Este y a menudo en horario de máxima audiencia.

Nixon mandó cubrir el foso de la piscina interior para construir sobre él una sala de prensa que apenas utilizó pero que iría ganando protagonismo en el futuro. Fue también Nixon quien concibió la oficina de comunicación de la Casa Blanca, apoyándose en un productor de televisión, Roger Ailes, para mejorar el resultado de sus apariciones televisivas.

El outsider Jimmy Carter se preocupó de atender a los medios de fuera de Washington, DC. Cada dos meses se reunía en la Sala de Gabinete con representantes de periódicos, radios y televisiones de todo el país.

Ronald Reagan bordó el arte de hacer creer a los reporteros que tenían un acceso sin precedentes al Presidente, cuando en realidad tenían menos control que nunca sobre ese acceso. Sin darse cuenta, terminaron contando como noticias photo opportunities (ocasiones fotográficas, posados) del Presidente cortando leña, montando a caballo, o recibiendo una tarta de cumpleaños de sus empleados en el Despacho Oval. Una de las tácticas de Reagan (que tenía tinnitus en un oído) cuando se topaba con un puesto de reporteros en sus desplazamientos era hacer como que no escuchaba las preguntas que le lanzaban desde la distancia. En las ruedas de prensa, el Presidente número 40 contaba ingeniosas historietas y anécdotas y nunca se embarraba en una pelea con un reportero.

George H.W. Bush normalizó la práctica de la rueda de prensa conjunta con los líderes extranjeros que visitaban la Casa Blanca. Con un número limitado de preguntas, normalmente dos por la prensa de cada país, este tipo de rueda de prensa es de poca utilidad para los medios de comunicación pero de mucho provecho para el Presidente. Se ha seguido utilizando.

En los últimos años, el Presidente ha incrementado el contacto con los reporteros, pero todo se hace en sus propios términos. Por ejemplo, a Barack Obama le gustaba concertar con los corresponsales de los canales de televisión entrevistas individuales con calidad de producción; además introdujo Facebook, Instagram Twitter en la rutina de los corresponsales. A Donald Trump le encanta trastocar la agenda informativa del día a través de sus tuits y regalar a los reporteros tumultuosas sesiones improvisadas entre reuniones y actos oficiales, algo que ya hacía Lyndon Johnson más esporádicamente.


Ocho ejemplos de ruedas de prensa presidenciales:

19 de enero de 1955. "Estamos probando un nuevo experimento esta mañana", bromea el Presidente Eisenhower en la primera rueda de prensa con cámaras. "Espero que no resulte ser una influencia perturbadora", dice el viejo general.




20 de noviembre de 1962. El Presidente John F. Kennedy comparece en el Auditorio del Departamento de Estado poco después de la crisis de los misiles. Cuando no hay acuerdos escritos con los soviéticos sobre la resolución de la crisis, la declaración formal es las que se realiza en una rueda de prensa televisada en directo. A partir de los sesenta, lo que el Presidente adelanta en televisión es tan oficial como un documento firmado y autorizado por un departamento del gobierno.




30 de noviembre de 1977. Todavía no hay canales temáticos dedicados a la infromación las 24 horas, por lo que los canales generalistas emiten en directo las ruedas de prensa presidenciales. Finalizada la conferencia presidencial, un par de periodistas hacen un breve, conciso y profesional análisis (nada de riñas partidistas entre fans alrededor de una mesa) antes de dar paso a lo que más interesa a los telespectadores: una reposición de Días felices.




24 de mayo de 1982. El Presidente Ronald Reagan va a la sala de prensa a responder preguntas durante un cuarto de hora. A los quince minutos exactos, su secretario de prensa, Larry Speakes, y su director de comunicación, David Gergen, interrumpen el intercambio de Reagan con los reporteros con la excusa de que el Presidente tiene otras obligaciones que atender. "No puedo responder a la pregunta, ellos me han cortado", se excusa el Presidente mientras se retira.




3 de agosto de 1990. Mientras abandona la Casa Blanca, el Presidente George H.W. Bush hace una declaración sobre la invasión iraquí de Kuwait y responde a algunas preguntas. La actualidad fija los límites de la rueda de prensa y su contenido queda reservado a un asunto en el que el comandante en jefe se siente cómodo.




6 de febrero de 1998. A veces una rueda de prensa conjunta con un estadista extranjero para hablar de conflictos internacionales no te libra de las preguntas fuera del contexto de la reunión. Es lo que le ocurre a Bill Clinton en una comparecencia con Tony Blair. 

"Todas estas preguntas sobre su vida privada tienen que ser dolorosas para usted y su familia. ¿En qué momento considera que no vale la pena, y considera dimitir del cargo?", le pregunta un reportero en pleno estruendo 'Lewinsky'. "Nunca", responde el Presidente.




15 de julio de 2015. Cuanto más jabón esté acostumbrado a recibir un Presidente por parte de la prensa, más áspera será su reacción en las contadas ocasiones en que los reporteros cuestionen sus decisiones. Lo vemos en el enfado de Barack Obama (aficionado a contratar asesores casados o emparentados con periodistas y ejecutivos de medios de comunicación) cuando, en medio de una pulcra y formal rueda de prensa en la Sala Este, se le recuerda que su acuerdo nuclear con Irán deja a cuatro ciudadanos estadounidenses en las cárceles iraníes.

"Señor, ¿podría decirle al país por qué usted está contento con toda la fanfarria que gira en torno a este acuerdo para dejar la conciencia de esta nación, la fuerza de esta nación, sin explicación en relación al paradero de estos cuatro estadounidenses?", le pregunta Major Garrett, corresponsal de CBS. Para Obama, el cuestionamiento "no tiene sentido" y el reportero "debería saberlo mejor".




1 de octubre de 2018. El Presidente Donald Trump comparece en la rosaleda de la Casa Blanca para hablar de la renegociación del tratado comercial con México y Canadá. Dedica media hora a comentar el acuerdo y a continuación invita a los reporteros a una improvisada refriega de casi cincuenta minutos deseada por ambas partes.

Algunos de sus asesores y ministros, uno de ellos (Wilbur Ross, secretario de Comercio) de 81 años, que piensan que están ahí para arropar al Presidente en una breve declaración, tendrán que permanecer de pie durante cerca de hora y media.

Constituye el ejemplo perfecto del estilo de Trump en la interacción con los reporteros. "Sé que no estás pensando. Nunca lo haces", le suelta a la reportera de ABC nada más empezar. "Has tenido suficiente. ¡Hey! Has tenido suficiente", le vocea a la representante de CNN. "Puedo decir honestamente que no he tomado una cerveza en mi vida. Es una de mis pocas virtudes", dice en otra ocasión para añadir que sería "un desastre", "lo peor del mundo" si le diera por beber. "¿Os lo imagináis?"

Refiriéndose a uno de los senadores demócratas (¿alguno de Connecticut o New Jersey?) que interrogan esos días al juez Brett Kavanaugh en el comité judicial del Senado, el Presidente hace un comentario enigmático que descoloca a todos: "He visto a esa persona en situaciones muy malas. ¿Vale? He visto a esa persona en situaciones muy, muy malas. Algo comprometedor".

"Trump deja a los oyentes de la rosaleda sonados... incluso sin alcohol", titula The Guardian. El periódico británico de izquierda describe la actuación de Trump como la de un "disparatado animador de circo".

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