La relación de los Presidentes de los Estados Unidos y el fútbol americano es larga. Teddy Roosevelt salvó este deporte de contacto de la prohibición cuando se implicó personalmente en la reforma de sus normas. Richard Nixon proponía tácticas al entrenador de los Washington Redskins, George Allen. Y Gerald Ford jugó como defensa con Michigan en la liga universitaria y pudo fichar por los Green Bay Packers y los Detroit Lions.
En los últimos años la relación se ha vuelto más mediática debido a que el comandante en jefe ha adquirido el hábito de entrar en las salas de estar de los aficionados en la previa de la final del campeonato nacional, la Super Bowl, buscando ser asociado al fútbol por lo que representa para los americanos. "La entrevista previa al partido es ahora un espectáculo televisivo. Es esencial para un Presidente. La idea de que la Casa Blanca se interesa por el partido crea una imagen de la Super Bowl como el evento que une a América", comentaba el año pasado a Variety Richard Hanley, experto en periodismo deportivo de la Universidad Quinnipiac.
Ronald Reagan fue el que inauguró, el 26 de enero de 1986, la tradición de la entrevista presidencial media hora antes de la Super Bowl en la cadena encargada de emitir el partido. El Presidente número 40, antiguo narrador de eventos deportivos en la radio, apareció ante las cámaras de NBC con un jersey rojo de andar por casa, como cualquier abuelo que se dispone a disfrutar de una tarde de fútbol.
Reagan se refirió al popular deporte como "parte de la personalidad americana" y "una parte importante de la vida americana". Preguntado por Tom Brokaw sobre a qué equipo pensaba animar, si a los Chicago Bears o a los New England Patriots, Reagan, fiel admirador de los New York Giants, declaró que daba su aprobación a los dos clubes que se disputaban el título de campeón.
La plácida entrevista de 1986 "puso el énfasis en la nostalgia por un pasado en el que Reagan era más joven y ágil. El grueso de la entrevista fue sobre los días de Reagan jugando al fútbol en el instituto", comentaba Bridget Kies, de la Universidad de Wisconsin-Milwaukee. "Este énfasis en la nostalgia puede ser interpretado como una manera de despolitizar la Super Bowl; no hay equipos buenos o malos, solo americanos".
Aquel domingo, solo dos días antes de la traumática explosión del transbordador espacial Challenger, fue descrito por Tom Shales, de The Washington Post, como "un día de flagrante americanismo autocomplaciente".
George W. Bush recuperó la tradición en 2004, cuando se preparaba para iniciar su campaña de reelección con un plan que incluía la programación de anuncios y entrevistas pensando en audiencias específicas. Sus asesores sabían que mientras que el seguidor de los partidos de la NBA tiende a ser demócrata (salvo el de los Celtics de Boston), el seguidor de los choques de fútbol americano (en especial el fútbol universitario) tiende a ser republicano. Había que estar en la Super Bowl.
Al Presidente número 43 se le vio en su salsa charlando con el locutor deportivo Jim Nantz, de CBS, en una conexión en directo desde los nevados jardines de la Casa Blanca con el Despacho Oval iluminado al fondo. Bush pidió "tolerancia cero" al uso de esteroides en el deporte profesional y no quiso decantarse públicamente a favor de los New England Patriots a pesar de sus simpatías por el quarterback del equipo, Tom Brady, al que había invitado a su discurso sobre el estado de la Unión la semana anterior. El otro equipo era Carolina Panthers, y Carolina del Norte tenía 15 votos electorales.
Bush tenía debilidad por el béisbol (fue mánager general de los Texas Rangersa comienzos de los años noventa) pero tampoco se perdía las retransmisiones de fútbol de los domingos, que acompañaba de unas galletitas saladas que estuvieron a punto de matarle por atragantamiento en 2002. Su equipo favorito, los Houston Texans.
A Bush le sucedió Barack Obama. Hombre de modos afeminados y más dado al baloncesto que al fútbol (le apodaron Barry O'Bomber cuando jugaba al basket en el instituto), Obama no era el Presidente con el que más se identificara el seguidor estándar de los partidos de fútbol americano. No obstante, fue durante sus ocho años de mandato cuando la entrevista previa a la Super Bowl se convirtió en un rito presidencial ineludible en el que poder tratar cada vez más los asuntos políticos candentes.
La entrevista de 2011 generó tanta expectación como el propio partido. Fox Sports se había hecho con los derechos de emisión del evento deportivo y el Presidente demócrata se tuvo que enfrentar a Bill O'Reilly, el presentador más seguido de Fox News, la única cadena de televisión con una línea crítica hacia su administración.
O'Reilly interrogó a Obama acerca de la violencia en Oriente Medio (la revolución en Egipto, la mayor crisis de política exterior de su Presidencia hasta ese momento), la reforma sanitaria y, por supuesto, el fútbol.
El Presidente se mostró imparcial cuando O'Reilly le pidió posicionarse a favor de uno de los finalistas, los Green Bay Packers o los Pittsburgh Steelers. "Una vez que mis [Chicago] 'Bears' han perdido, no me decanto. Quiero un buen partido".
Obama invitó a O'Reilly a la fiesta de la Casa Blanca con motivo de la Super Bowl. O'Reilly rechazó descortésmente la invitación:"No quiero arruinarles la fiesta", dijo.
Tanto el Presidente como la Fox ganaron con la entrevista.
Posdata:para entrar en calor en estos días previos a la Super Bowl, en especial si estáis en Fargo, Chicago o Milwaukee sufriendo el frío típico de esta época del año, os dejo un podcast alucinante de nuestros amigos el Reverendo Wilson y Miguel Ángel Muñiz sobre una de las mejores películas de la historia del cine, Cobra, el brazo fuerte de la ley (1986) de George P. Cosmatos. Nada mejor para escapar del feminismo radical y celebrar el valor de la acción del macho americano en la defensa de la libertad americana. ¡A disfrutar!
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