La carrera política de Richard Nixon parecía acabada después de dos derrotas electorales (las presidenciales de 1960 y las elecciones a gobernador de California de 1962). Todo empezó a cambiar cuando logró convertir las midterms de 1966 en un combate Nixon vs. Johnson que podía servir como antesala a un mano a mano electoral entre ambos en las presidenciales de 1968.
Con LBJ en horas bajas debido a la Guerra de Vietnam y los expertos pronosticando ganancias para el Partido Republicano en las elecciones de medio mandato, Nixon recorrió el país sin descanso en el 66 apoyando a candidatos republicanos al Congreso. En la última semana de la campaña obtuvo lo que necesitaba para demostrar que seguía siendo una figura relevante: el Presidente de los Estados Unidos se refirió a él en una rueda de prensa convocada para hablar de las conclusiones de la Conferencia de Manila, en la que EEUU había tratado con las naciones del Pacífico la retirada de las tropas aliadas de Vietnam del Sur si Vietnam del Norte retiraba también sus fuerzas.
Un artículo de opinión de Nixon en el New York Times acusando a la Administración Johnson de dejar que fuera el ejército de Vietnam del Norte el que estableciera los términos de la paz en Indochina fue lo que sacó de sus casillas al inquilino de la Casa Blanca. Johnson respondió desde el atril presidencial calificando a Nixon de "candidato crónico" que solo buscaba reunir apoyos para su carrera política. Nixon le replicó que su apreciación era legítima y que la administración debía responder a las preguntas que le había formulado sobre las negociaciones de Manila. El Presidente había convertido la guerra en un asunto partidista, denunció Nixon.
Dos días antes de las midterms, en una aparición en el programa dominical Issues and Answers (ABC), Nixon tuvo la oportunidad de volver a responder a Johnson en directo ante millones de espectadores. Acusó al Presidente de hacer "demagogia política barata" y dijo sentir lástima por él, incluso cierta comprensión por la realidad que le afectaba en ese momento.
"Le respeto por las grandes energías que dedica a su cargo y mi respeto no ha cambiado por el ataque personal que me ha hecho. Mire, creo que puedo entender que un hombre pueda estar muy, muy cansado y que entonces pueda tener un calentón. Y si un Vicepresidente o un ex Vicepresidente puede estar agotado, un Presidente estaría mucho más cansado después de un viaje como el suyo", dijo Nixon, dirigiéndose directamente a Johnson y comparando su reacción con el calentón que él mismo había tenido cuando le tocó aceptar la derrota en California en el 62.
"Ha sido un año maravilloso para Nixon", escribió el historiador Stephen Ambrose sobre el 66 del ex Vicepresidente. "Se ha recuperado de la humillación de las elecciones a gobernador de California de 1962. A través del trabajo duro, el descaro, la lealtad al Partido Republicano, el trabajo duro, la inteligencia, la audacia, la suerte, el trabajo duro y más suerte, todo coronado por el gran espectáculo del comunicado de Manila, se ha erigido en el líder de la leal oposición y ha ayudado a poner en marcha a las fuerzas políticas que pronto podrían hacer del Partido Republicano el partido dominante, con Nixon como Presidente".
Mary McGrory, columnista de The Washington Star, escribió: "El Presidente Johnson lo ha resucitado bruscamente. Nixon ya no es una sombra de lo que fue. Es un hombre a tener en cuenta en la Casa Blanca y su partido no puede ignorar esta nueva reivindicación. Por sí mismo, como resultado del abofeteo presidencial, Nixon está donde hace una semana dijo que estaba Bobby Kennedy: "en la posición ventajosa"".
Aquella mañana de domingo, Nixon anunció en el plató de Issues and Answers que "después de estas elecciones, voy a tomarme unas vacaciones de la política durante al menos seis meses". Desaparecer medio año regalando el foco a sus potenciales rivales no parecía la decisión más acertada. Pero Nixon sabía lo que hacía. "Sabía la impresión que había causado en 1966. Su batalla en la campaña y su triunfal confrontación con Johnson cayeron bien en el público y aún mejor en su partido. Pero si iniciaba una campaña presidencial en 1967, incluso sin anunciar oficialmente su candidatura, la prensa y el público se cansarían de él y empezarían a buscar una "cara nueva"", explica Pat Buchanan, entonces asesor de Nixon, en su libro The Greatest Comeback (La resurrección más grande). Por eso "no aparecería en el escenario como candidato hasta más de un año después, en el último día para registrarse en la primaria de New Hampshire".
Reagan inicia un largo camino (1968)
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