domingo, 24 de febrero de 2019

El Presidente en la cumbre (IV): Reikiavik, Washington, Moscú y Nueva York

10 y 11 de octubre de 1986. En un año marcado por el accidente nuclear mayor de Chernóbil, el Presidente Ronald Reagan y el secretario general soviético Mijaíl Gorbachov mantienen un segundo encuentro de dos días en Reikiavik, Islandia que supondrá el punto de inflexión definitivo en la Guerra Fría.

A diferencia de lo visto el año anterior en Ginebra, la de Reikiavik no tendrá la pompa de una cumbre formal. "Esta será esencialmente una reunión privada entre nosotros dos. No habrá mucho personal con nosotros y no hay planeado que firmemos acuerdos sustanciales", explica el Presidente Reagan antes de partir hacia la capital islandesa. "Más bien revisaremos los temas que tenemos pensado perseguir, redoblando esfuerzos, con la vista puesta en una posible cumbre a gran escala. Hablaremos con franqueza sobre las diferencias entre nuestros países en asuntos importantes de la agenda Este-Oeste: reducción de armas, derechos humanos, conflictos regionales y contactos bilaterales. Hablaremos de cómo podemos, reconociendo esas diferencias, dar más pasos para progresar en esos puntos, hacer el mundo más seguro y mantener la paz".

Para resaltar el perfil bajo que la administración quiere dar a esta cumbre (hay elecciones de medio mandato en un mes y no quieren generar falsas expectativas), la Primera Dama no viaja con el Presidente. Nancy despide a Ronald desde el Pórtico Sur de la Casa Blanca haciendo muecas, diciendo adiós con una mano mientras el helicóptero presidencial se eleva en el aire en perfecta coreografía para la televisión.



La reunión ruso-americana, convocada a petición del líder comunista, mucho más necesitado que el líder americano, se celebra en el antiguo consulado francés de Reikiavik, una solitaria y melancólica mansión blanca con tejados de pizarra gris junto a la bahía de Faxa.

Para asombro de los americanos, Gorbachov ofrece desmantelar los misiles nucleares desplegados en Europa y la eventual eliminación, en el plazo de diez años, de todos los misiles balísticos. Propone incluso una reducción drástica de armas convencionales soviéticas. Sin embargo, pone como condición que EEUU abandone su Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI). Reagan no acepta renunciar a la SDI pero ofrece compartir la tecnología del proyecto con la URSS y el resto del mundo. Gorbachov no le cree y no hay trato. Reagan concluye que Gorbachov ha venido a Reikiavik solo a acabar con la SDI. "La reunión ha terminado. Nos vamos, George [Shultz]", le dice Reagan a su secretario de Estado.

Los americanos no ceden a la tentadora oferta y Gorbachov comprueba que no podrá seguir el ritmo de EEUU en la carrera armamentística. No puede permitirse desarrollar su propio escudo espacial antimisiles e incrementar su arsenal nuclear y al mismo tiempo ocuparse de las crecientes demandas sociales del pueblo soviético. Es solo cuestión de tiempo que termine aceptando la salida que se le ofrezca.




8 de diciembre de 1987. Tras un año más de intensas negociaciones en las que los soviéticos terminan aceptando la mayoría de los requisitos occidentales, sin imponer condiciones al proyecto de defensa espacial de los americanos, Reagan y Gorbachov firman en Washington el primer acuerdo de desarme de la era atómica. El Tratado INF (Tratado de Eliminación de Misiles de Corto y Medio Alcance) estipula la destrucción completa, bajo control recíproco, ejercido sobre el terreno, de todos los misiles con base en tierra y un alcance de entre 500 y 5,000 kilómetros, lo que supone una reducción del 4 por ciento de todos los arsenales nucleares. Es decir, van por primera vez más allá de la limitación en la producción y despliegue y pactan la eliminación de fuerzas nucleares intermedias.

"Por primera vez en la historia, el lenguaje del 'control de armas' ha sido sustituido por el de la 'reducción de armamentos'; en este caso, la completa eliminación de toda una clase de misiles nucleares estadounidenses y soviéticos", dice Reagan antes de la firma en la Sala Este de la Casa Blanca.

"Podemos estar orgullosos de plantar este retoño que puede que un día crezca hasta convertirse en un poderoso árbol de paz. Pero probablemente sea todavía demasiado pronto para otorgarnos laureles mutuamente", dice Gorbachov.



Gorbachov dedica gran parte de su estancia en la capital estadounidense a seducir a la prensa americana y occidental, hipnotizada por el manejo y carisma de este misterioso hijo de campesinos del Cáucaso que no habla (o se niega a hablar) una palabra de inglés (siempre le acompaña su fiel intérprete Pavel Palazhchenko, el hombrecillo del bigote).

Reagan le abre las puertas del Despacho Oval en tres ocasiones en tres días consecutivos (8, 9 y 10 de diciembre) para tratar asuntos en los que sigue sin haber acuerdo. En la primera reunión abordan los derechos humanos, la migración y el control de armas químicas y convencionales; en la segunda hablan de la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI), Afganistán y la guerra Irán-Iraq; y en la tercera, de varias cuestiones regionales. Y sobre todo se hacen fotos, muchas fotos.


(El segundo encuentro en el Despacho Oval, aquí. El tercero, aquí.)


Cinco meses después, en mayo de 1988, la histórica visita de Reagan a la Unión Soviética (la primera de un Presidente de EEUU desde 1974) abre una nueva era de las relaciones internacionales que forzará la más radical reorientación de la política exterior desde 1947. El Presidente que solo cinco años antes había descrito a la URSS como un "imperio del mal", "el foco del mal en el mundo moderno" pasea ahora por la Plaza Roja de Moscú con su nuevo amigo saludando a los ciudadanos rusos.




7 de diciembre de 1988. Gorbachov viaja a Nueva York para proclamar ante la Asamblea General de las Naciones Unidas que pretende llevar a cabo "una profunda reforma democrática de todo el sistema de poder y gobierno" de la Unión Soviética, poniendo fin al control estatal sobre las asociaciones públicas, liberar presos políticos y eliminar las restricciones de los ciudadanos soviéticos para viajar. También anuncia por sorpresa que reducirá la presencia militar soviética en Alemania del Este, Checoslovaquia y Hungría (una medida decisiva para el rápido desmoronamiento posterior del bloque soviético).

A continuación, el líder soviético se encuentra con el Presidente Reagan y el Presidente-electo (y todavía Vicepresidente) George H.W. Bush en Governor's Island, un fuerte militar situado en la bahía del Hudson con vistas de Manhattan. Es un encuentro ligero que busca representar la garantía de continuidad en las relaciones a pesar del inminente relevo en la Casa Blanca.



Las fotografías icónicas de dos presidentes americanos y un presidente soviético con la Estatua de la Libertad (símbolo de libertad y emancipación) y las Torres Gemelas del World Trade Center (símbolo del capitalismo más desacomplejado) de fondo darán la vuelta al mundo.

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