lunes, 4 de diciembre de 2017

La dura hora de la retirada (II)

23 de septiembre de 1987. Joe Biden echa el cierre a su efímera campaña presidencial meses antes de que arranquen las votaciones. El senador por Delaware, de 44 años, argumenta que su aventura electoral se ha visto eclipsada por "la exagerada sombra" de sus errores, que "empezaron a oscurecer la esencia de mi candidatura y la esencia de Joe Biden".

Sus problemas empezaron cuando utilizó pasajes de discursos de Neil Kinnock, Bobby Kennedy y Hubert Humphrey sin citarlos, y eso derivó en la clásica situación en que la prensa pone el foco en el personaje más que en su oferta electoral.

"Aunque está extremadamente claro para mí qué decisión tengo que tomar, tengo que decirles honestamente que lo hago con una increíble reticencia y me enfada", dice Biden.

"Estoy enfadado conmigo mismo por haberme puesto en la situación -por haberme puesto yo mismo en la situación- de tener que tomar esta decisión. Y no estoy menos frustrado por el ambiente de las elecciones presidenciales que hace que sea tan difícil dejar que el pueblo americano considere a Joe Biden en su totalidad y no solo las declaraciones erróneas que he hecho".

Biden concentrará ahora su atención en su papel como presidente del Comité Judicial del Senado en las audiencias de confirmación de Robert Bork como juez del Tribunal Supremo. Quiere "evitar que el Tribunal Supremo se desplace en una dirección que creo que sería verdaderamente dañina". "Tengo la intención de estar involucrado a fondo en la batalla", dice.




28 de marzo de 1988. Dick Gephardt, el candidato que encontró un mensaje relevante (comercio justo) pero no suficiente dinero para defenderlo, se retira siete semanas después de su meritoria victoria en el caucus de Iowa. Un devastador tercer puesto en Michigan, un estado propicio para su mensaje, le ha hecho tirar la toalla.

"Suele decirse que la ópera no termina hasta que canta la dama gorda. Creo que yo la oí caminando hacia el micrófono el pasado sábado en Michigan", dice el congresista por Missouri rodeado de amigos y aliados en una sala del Capitolio.

"No tengo ningún pretexto", dice, explicando que su fracaso se ha debido simple y llanamente a que "no he conseguido suficientes votos". Y se declara convencido de que "nuestro nominado y nuestro futuro Presidente tendrá que hacer frente a asuntos como el comercio y la agricultura".

Gephardt, que libera a 137 delegados, no apoya a un rival concreto pero se reserva el derecho a hacerlo más adelante. Ahora planea presentarse a la reelección como congresista.




21 de abril de 1988. Al Gore comparece ante los medios en el Edificio Russell del Senado para comunicar que suspende su campaña presidencial tras haber quedado en tercer lugar en la primaria demócrata de Nueva York a pesar del endorsement del Alcalde Ed Koch.

Presentándose como un demócrata adaptado a una América conservadora post-Reagan y abogando por una Defensa nacional fuerte, Gore ha ganado siete estados, la mayoría de ellos sureños, y 374 delegados.

Columnistas influyentes como Jack Germond y Jules Whitcover llevan días acusando a Gore de hostigar innecesariamente y complicarle la vida a Michael Dukakis, "el único candidato que puede salvar al partido de la nominación de Jesse Jackson o de caer en el caos que resultaría de no tomarlo en cuenta".

Habiendo hecho un buen papel y sin más opciones, Gore comprende que retirarse a tiempo es lo mejor para volver a presentarse en 1992, ya como uno de los favoritos.

"Lo estaba haciendo genial hasta que cumplí los cuarenta", bromea el joven senador por Tennessee, que entró en la cuarentena el 31 de marzo y no se ha librado de la típica comparación con JFK.

"Pretendíamos desplazar el Partido Demócrata hacia el centro del pensamiento político americano", explica el ya ex candidato. "También nos manifestamos a favor de una nueva política exterior demócrata basada en alzarse en defensa de los principios americanos en el mundo y en apoyar a los amigos de América".

"Nuestra causa puede ser planteada como una pregunta: ¿Volveremos los demócratas a hablar como solíamos para una mayoría de nuestros compatriotas o estamos destinados a deambular en el desacuerdo?", pregunta Gore a sus correligionarios.

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