domingo, 4 de febrero de 2018

"La primera campaña moderna por la nominación"


Un deslumbrante cartel electoral de William McKinley de 1896 con el lema "Prosperidad en casa, prestigio fuera". El gobernador de Ohio y nominado presidencial republicano aparece portando una bandera encima de una moneda de oro sostenida por hombres de negocios y obreros. Al fondo, barcos y fábricas simbolizan, respectivamente, "el comercio" y "la civilización". Los rayos de sol aportan el optimismo.


En The Triumph of William McKinley: Why the Election of 1896 Still Matters (El triunfo de William McKinley: por qué las elecciones de 1896 todavía importan), Karl Rove da un repaso a la que está considerada como la primera campaña electoral moderna (Rove la define sobre todo como "la primera campaña moderna de primarias" o por la nominación de un partido).

Con la ayuda de Mark Hanna, un magnate del hierro y cacique político de Ohio, William McKinley, un apóstol del proteccionismo, alcanzó unas cifras recaudatorias inauditas y creó una coalición de grandes empresarios y obreros de ciudades en expansión que apuntaló la gran era republicana (los republicanos ganaron siete de las nueve elecciones presidenciales que siguieron hasta la Gran Depresión).

Un pasaje del libro:

"Hanna estaba sorprendido por lo que vio en la convención de Minneapolis [de 1892]. "La demanda de la gente por McKinley", escribió, "fue incluso más franca" que cuatro años antes. Buscar activamente la nominación en 1892 habría perjudicado a McKinley, pero la próxima vez, pensó Hanna, "la demanda popular por su candidatura superaría toda oposición".

"A pesar de los pensamientos embriagadores de Hanna, la demanda espontánea casi nunca es suficiente en política. Ganar unas elecciones a la Presidencia requiere generalmente una campaña adecuadamente dirigida y basada en una estrategia meditada. Sabían por experiencia personal lo caóticas que podían ser las convenciones políticas. Instintivamente, los dos se ocuparon de los retos que suponía presentarse a Presidente y tomaron en cuenta lo que era necesario para ganar.

"No hay cartas de uno a otro, no hay notas de consultores o directores de campaña, y no hay registros de ninguna reunión para proponer ideas donde se debatiera de todo. Pero podemos ver las líneas de la estrategia de McKinley para ganar la nominación en lo que hicieron, en lo que dijeron y en cómo se acercaron a otros en los años que siguieron a la convención de 1892.

"La primera tarea, la más esencial, era unir a los republicanos de Ohio. Una delegación de Ohio dividida había acabado con las posibilidades de John Sherman en 1888, así que una delegación de su estado natal dividida socavaba el argumento de cualquier candidato de que tenía el amplio apoyo necesario para ganar la Presidencia. McKinley debía tener un fuerte respaldo de su estado natal. Él y Hanna también sabían que en el nido de víboras que era la política republicana del estado de los castaños, había un rival ambicioso. Aunque Joseph Foraker pasó 1893 y 1894 ejerciendo la abogacía, todavía ansiaba la Presidencia y podía destruir las opciones del Mayor [McKinley había alcanzado el rango de Mayor en la Guerra Civil].

"Tanto Hanna como McKinley sentían que la nominación y las elecciones generales girarían en torno a los asuntos de bolsillo. Por lo tanto, la campaña tenía que poner el énfasis en la protección e ignorar la moneda. Los resentimientos de la vieja Guerra Civil ya no juntaban a los republicanos del Norte tan eficazmente como antes. El proteccionismo unía a los republicanos, dividía a los demócratas del Norte y atraía el voto obrero, un bloque oscilante que ninguno de los partidos dominaba. McKinley era el líder indiscutible del partido en el asunto de los aranceles, pero se necesitaba que el proteccionismo tuviese un mayor protagonismo que en el pasado en el mensaje del Partido Republicano. Por el contrario, el asunto de la moneda enfrentaba a los republicanos del Medio Oeste y del Oeste aferrados a la plata y a los republicanos del Este aferrados al patrón oro, así que suponía el riesgo de dividir al partido. McKinley quería evitar eso.

"McKinley sabía que no ganaría la nominación como un candidato regional; tenía que hacer una campaña nacional. Tenía que empezar con Ohio y después ganar todos los delegados republicanos sureños que pudiera (los sureños representaban una cuarta parte del total de los delegados de la convención). Tenía que recoger apoyos en el Medio Oeste, el Oeste e incluso el Atlántico Medio y el Noreste. Illinois, con la cuarta delegación más grande, era clave, ya que Ohio (la tercera más grande) era presumiblemente de McKinley, mientras que Nueva York (la primera) y Pennsylvania (la segunda) estaban controladas por los jefes del partido y por eso eran más difíciles de ganar.

"No renunciando a ningún estado o región, McKinley se estaba metiendo en terreno peligroso. Para hacer una campaña nacional, tenía que desafiar a los jefes del aparato, reclutando para su causa a los rivales internos de estos en los estados. Inicialmente, McKinley era reacio a ir a por los delegados de Nueva York y Pennsylvania, pero Hanna le empujó a hacerlo. Esto también era difícil, pero sumamente lucrativo si lo sorteaba con éxito.

"Por otro lado, los candidatos que se presentaban como hijos favoritos no asustaban a McKinley. Pensaba que los activistas republicanos calarían la farsa de los candidatos que utilizaban a sus amigos de sus estados para obtener premios sin tener opciones de ganar.

"McKinley y Hanna entendían que era un error intercambiar promesas de asistencia, poder o puestos en el ganinete a cambio de delegados. Una vez que empiezas a hacer ofertas políticas como esas, no puedes parar. Jefes de los aparatos como Platt y Quay se habían quemado antes con acuerdos verbales y podían insistir en obtener compromisos escritos, que si eran revelados podían quemar a cualquier candidato que los hiciera. McKinley quería llegar a la Presidencia "sin hipotecas", ganar la nominación porque los delegados pensaban que era el hombre adecuado y tenía el programa adecuado, no porque había hecho los tratos adecuados.

"El Mayor no pretendía ser un adversario de "la Suma", como eran conocidos los líderes republicanos de las eficientes y disciplinadas organizaciones del partido unidas por el clientelismo, el poder y el dinero. Entendía que esos convenios formaban parte del paisaje político de la Edad Dorada [período comprendido entre la Guerra Civil y la Primera Guerra Mundial]. Sin embargo, durante la campaña, McKinley comprendió que los jefes se oponían a él porque no estaba dispuesto a cargar su campaña al cumplimiento de una obligación con ellos. Así que, con el tiempo, McKinley decidió convertir su oposición a los jefes en una ventaja, haciendo campaña contra ellos y sus métodos como un republicano reformador.

"Para Hanna y McKinley, estar bien organizados era probablemente algo codificado en su ADN. No crearon la operación desordenada típica de la mayoría de las campañas de primarias. Tabajaron para crear una organización altamente disciplinada que les llevó a desplegar agentes por todo el país para hacer el trabajo preliminar de identificar a los partidarios de McKinley en los estados. La mayoría eran asociados de Ohio -incluidos Charles W.F. Dick, un abogado de Akron y ex presidente del Partido Republicano del estado; William M. Hahn; y Joseph P. Smith, el bibliotecario estatal. William McKinley Osborne [primo del candidato] era otro agente, al igual que John Hay. Hay, que había sido el secretario personal de Abraham Lincoln y número dos del Departamento de Estado con Garfield, se había casado con una chica de Cleveland y se había encargado de la compañía familiar tras el suicidio del padre de ella. Enormemente rico, ahora vivía en la plaza Lafayette de Washington y estaba conectado con los chismes de la capital. Estos hombres y otros ayudaron a reclutar en cada estado líderes que ayudarían a elegir a los hombres de McKinley como delegados a las convenciones republicanas locales, de distrito y estatales, y después a la convención nacional. Esto era el equivalente a la temporada de primarias presidenciales en la Edad Dorada, cuando no había elecciones primarias abiertas a los miembros del partido o los votantes, sino una serie de múltiples etapas de convenciones locales, de distrito y estatales.

"Era imposible dirigir todas las operaciones estatales y territoriales desde Canton [la capital de Ohio], así que los hombres que estaban en los estados quedaron a cargo y fueron los responsables de trazar un plan que recibiese la aprobación de McKinley y Hanna y llevarlo a cabo con las modificaciones necesarias.

"McKinley y Hanna empezaron a organizarse temprano. No había un Presidente republicano titular. El campo estaba totalmente abierto. Los candidatos y los jefes normalmente esperaban hasta el año electoral para preparar una operación a la carrera, pero desde el punto de vista de McKinley, esperar tanto dejaba demasiadas cosas al azar y cedía terreno a esos jefes de partido que ya tenían a punto sus maquinarias"...

Se puede leer el libro aquí.

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