jueves, 8 de febrero de 2018

Rodeado de vascos en el Despacho Oval

22 de marzo de 1988. Una pequeña delegación del gobierno vasco integrada por el Lendakari José Antonio Ardanza, el Consejero de Cultura Joseba Arregui y el consigliere del Lendakari, José Luis Zubizarreta, es recibida en el Despacho Oval de la Casa Blanca por el Presidente Ronald Reagan.

Es el séptimo y último día del primer viaje oficial del jefe del gobierno vasco al Nuevo Continente con el objetivo de tomar contacto con las comunidades vascas en América. Ardanza viene de pronunciar un discurso ante la Asamblea Nacional Extraordinaria de Organizaciones Vascas de Norteamérica en California; antes suscribió convenios de colaboración cultural y educativa con el gobierno de Nevada y apareció tocado con un espectacular sombrero de cowboy montando a caballo (con precaución, eso sí) con el Gobernador de Idaho Cecil Andrus, un campeón de la causa vasca en los Estados Unidos.

La entrevista de más alto nivel se acordó a última hora por mediación del zuberotarra Paul Laxalt, senador por Nevada y aliado político del Presidente (Primer amigo, según el NYT; Embajador presidencial sin cartera, según el WaPo), que actúa de guía en el Ala Oeste con los cohibidos políticos jeltzales. También asisten a la reunión los prominentes vascoamericanos Pete Cenarrusa (secretario de Estado de Idaho) y Roy Eiguren (lobista).

El forastero originario del valle de los montes de Intxorta le regala al anciano mandatario estadounidense una makila que "simboliza la autoridad, el orden y el respeto" y está dotada de la doble función de apoyo y arma defensiva gracias al estoque escondido en su empuñadura de plata. Reagan bromea con que la antigua aguijada para bueyes le habría venido bien durante su visita al Capitolio esa mañana.

Ardanza utiliza el euskera para agradecer al Presidente del país del dólar la excepcional decisión de recibir al líder de un pueblo sin estado. El inquilino de Ajuria-Enea tiene un recuerdo para el primer Lendakari, José Antonio Agirre Lekube, que durante su exilio fue acogido en los Estados Unidos por el gobierno de Franklin Delano Roosevelt. El entrañable encuentro dura ocho minutos.

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