viernes, 8 de septiembre de 2017

"Hemos venido a donde está la acción: ¡a Maine!"

27 de enero de 2012. Mientras Mitt Romney y Newt Gingrich pelean en la cálida Florida, que vota dentro de cuatro días, Ron Paul inicia una gira de dos días por Maine en medio de una ola de frío. El congresista por Texas, de 76 años, ha decidido ignorar la cara primaria del estado soleado con su electorado mayor y convencional para concentrarse en el pequeño estado de los pinos, donde sus ardientes partidarios tienen la oportunidad de organizarse mejor que las huestes de otros candidatos.


Maine reparte solo 24 delegados republicanos en comparación con los 50 de Florida. Pero en la primaria de Florida el ganador se lleva todos los delegados mientras que en el caucus de Maine se reparten proporcionalmente. Después de un esperanzador segundo puesto en New Hampshire y un decepcionante cuarto puesto en Carolina del Sur, Paul ve en Maine una oportunidad para obtener su primera victoria o, por lo menos, llevarse un buen puñado de delegados.


Paul es el único candidato que ha visitado Maine hasta ahora en 2012.


"Comparando mi campaña con la de hace cuatro años, es el doble o el triple en tamaño", dice el candidato a los curiosos reporteros que le esperan en Bangor, la tercera ciudad del estado. "Nuestros números siguen subiendo porque la necesidad de este mensaje de una política monetaria sensata y de cambiar la política exterior es mucho más grande. Creo que por eso estamos recibiendo tanta atención".


El republicano libertario ofrece un mitin en el interior de la iglesia de ladrillo y espectacular torre de aguja situada en la calle principal de la ciudad. "¡Ron Paul! ¡Ron Paul!", le gritan tres centenares de personas, jóvenes y mayores, que abarrotan el lugar.


"Me he levantado esta mañana y he visto toda esta nieve que es bonita. Pero no hemos venido por el tiempo y no hemos dejado Florida por el tiempo. Hemos venido a donde está la acción: ¡a Maine!"
, exclama Paul. "Venimos a ganar delegados y ese es el nombre del juego. Es así como ganas las elecciones".


"¿Qué hay de malo en la idea de quitarle el poder a un grupo secreto de individuos para imprimir dinero a voluntad?"
, pregunta. "¡Creo que necesitamos hacer eso!", se responde a sí mismo. "¿Y qué tiene de extremista seguir la Constitución? Suena como algo razonable de hacer. Es la falta de respeto a la ley lo que nos ha metido en este desastre. Algún día, si queremos sobrevivir como república, tendremos que cambiar eso; no podemos ser un imperio dirigido por la dictadura de la mayoría para mantener un estado de prestaciones sociales y guerras. Si eso continúa, vamos a saltar por un acantilado en no muchos años".


"Todos se merecen su vida y su libertad", declara Paul. "Deberían estar garantizadas por el gobierno porque proceden de un modo natural de nuestro Creador y no vienen del gobierno".


En la pacífica Maine, donde la vida cotidiana transcurre ajena a lo que ocurre fuera, a menudo en una realidad paralela como la que nos describe Stephen King en sus novelas, el septuagenario congresista aboga por
una política exterior aislacionista o no intervencionista. En cuanto a la guerra de Iraq, "la cosa va de petróleo", dice.


Además de Bangor, Paul visitará Gorham, una ciudad pequeña, y Freeport, un pueblo grande. No sabemos si se dejará caer por Derry, pero seguro que Bill, Ben, Beverly, Richie, Eddie, Mike y Stan le harían un hueco en su club de los perdedores para derrotar juntos a It (Eso).


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