viernes, 17 de noviembre de 2017

En el Despacho Oval (II): Andrei Gromiko

6 de octubre de 1961. El Presidente John F. Kennedy, de 44 años, recibe al Ministro de Asuntos Exteriores de la Unión Soviética, Andrei Gromiko, de 52. La reunión dura dos horas y la conversación gira en torno al Muro de Berlín, construido solo mes y medio antes.

"El señor Gromiko simplemente repitió las demandas de los rusos, llevándose la réplica del señor Kennedy de que el soviético estaba ofreciendo cambiar una manzana por un huerto de árboles frutales", dice la crónica de televisión. "El Presidente concidió con el señor Rusk [secretario de Estado] al decirle a Gromiko que Occidente no entraría en negociaciones bajo amenaza".




4 de febrero de 1974. El Presidente Richard Nixon recibe al Ministro soviético Andrei Gromiko en el Despacho Oval. Acuerdan emprender una segunda ronda de conversaciones para la limitación de armas estratégicas y desarrollar las relaciones comerciales entre ambos países.

Nixon y su secretario de Estado y consejero de Seguridad Nacional, Henry Kissinger, consideran necesario que los soviéticos hagan algunas concesiones en algunas cuestiones humanitarias en Europa del Este, pero no tienen inconveniente en aceptar el respeto a las leyes y aduanas nacionales que los soviéticos exigen enérgicamente. Hasta ahora, el astuto Nixon ha utilizado eficazmente la détente (la política de disminución de la tensión entre los dos bloques) para paralizar a la diplomacia soviética en Oriente Medio, destruir un gobierno marxista en Chile y jugar la carta de China.




18 de septiembre de 1975. Andrei Gromiko vuelve al Despacho Oval, esta vez para encontrarse con el Presidente Gerald Ford. Los soviéticos interpretaron el Caso Watergate y la dimisión de Nixon como el triunfo de los enemigos de la détente en la dinámica política interna de EEUU y, en consecuencia, las relaciones se han resentido.

El Presidente Ford afirma el compromiso de su administración con el control de armas, la mejora de las relaciones económicas, las diversas formas de cooperación tecnológica y el resto de los puntos tanto reales como simbólicos de la détente. Pero los soviéticos no confían mucho en un Presidente presionado por los demócratas por un lado y por el ala conservadora de su propio partido por el otro.




22 de septiembre de 1977. El Presidente Jimmy Carter y el jefe de la diplomacia soviética, Andrei Gromiko, posan animadamente delante del retrato de George Washington de George Willson Peale que cuelga encima del fogón del Despacho Oval.

A diez días de que expiren los acuerdos SALT firmados en 1972 con Nixon, los soviéticos están a la expectativa con Carter. El demócrata llegó a la Casa Blanca de la mano de su Consejero de Seguridad Nacional, el antisoviético Zbigniew Brzezinski, con promesas de reforzar el compromiso militar de EEUU con Europa Occidental.

Carter manifiesta a Gromiko que espera tener la oportunidad de conocer pronto personalmente al líder soviético Leonid Brezhnev y pactan prorrogar los acuerdos SALT que limitan la producción de misiles balísticos intercontinentales. El Presidente está dispuesto a ir más allá en los próximos años, pero tendrá que lidiar con la resistencia del Congreso y del aparato de seguridad del estado (incluida su facción demócrata). Eugene Rostow y Paul Nitze con su Comité sobre el Peligro Presente y senadores como Daniel Patrick Moynihan y Henry Jackson prometen no ponérselo fácil.




28 de septiembre de 1984. Fashes y cámaras de televisión esperan en el Despacho Oval al eterno Ministro de Exteriores soviético Andrei Gromiko, que es ya un anciano de 75 años. La visita de Gromiko al Presidente Ronald Reagan se acordó hace escasos días, cuando ambos se encontraron en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Aquel fue el primer contacto directo de Reagan con un dirigente soviético de alto rango desde que llegó a la Presidencia hace casi cuatro años.

Cuando la administración Reagan iniciaba su andadura en 1981, Alexander Haig, su primer secretario de Estado, prohibió al Embajador soviético Anatoly Dobrinin estacionar su coche en el aparcamiento del Departamento de Estado como hacía desde los tiempos de Henry Kissinger. Fue una de las primeras señales de una nueva Guerra Fría. Ahora, con la diplomacia soviética paralizada por hechos y circunstancias internas y externas, la administración parece más abierta a cambiar el enfoque de su estrategia soviética.

El líder soviético Konstantin Chernenko está gravemente enfermo y la Casa Blanca espera un cambio de guardia en la URSS. El objetivo inmediato de la invitación a Gromiko es simple: establecer una relación mínimamente funcional.

No obstante, aunque genera un gran interés internacional, sobre todo en Europa Occidental, en la prensa occidental cunde la sospecha de que es solo una maniobra de relaciones públicas de la Casa Blanca a poco más de un mes de las elecciones presidenciales.

"Parece que estos anuncios del gobierno americano en el terreno de la política Este-Oeste responden más bien a maniobras de política interior que a una búsqueda sincera de un diálogo", puede leerse en The Guardian.

"El encuentro entre Reagan y Gromiko no ha aportado el deshielo. Pero tampoco se puede afirmar que ha eternizado una época de deshielo", dice La Stampa. "El encuentro casi en la cumbre de la Casa Blanca ha abierto más bien una nueva etapa de relaciones o, si se prefiere decir, un cambio de humor de las dos superpotencias".


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