El 19 de agosto de 1974, Nelson Rockefeller interrumpe sus vacaciones en Seal Harbor, Maine para acudir a la Casa Blanca aaceptar la oferta del Presidente Gerald Ford para ser su Vicepresidente.
"Estoy sumamente honrado y si el Congreso me confirma, cuento los días que faltan para tener el honor y el privilegio de servir al Presidente de los Estados Unidos y, como he dicho en la otra sala, a través de él a todo el pueblo de este gran país", dice el ex gobernador de Nueva York durante su comparecencia en la Sala de Prensa de la Casa Blanca.
"Soy plenamente consciente de que la responsabilidad del Vicepresidente es presidir el Senado de los Estados Unidos y por lo demás simplemente cumplir cualquier encargo que reciba del Presidente. Estoy deseando tener esa oportunidad de servirle de cualquier forma que le sea útil y pienso y siento enfáticamente que su dedicación y franqueza ya han avivado de nuevo la esperanza y la fe; y que bajo su liderazgo, nosotros como pueblo y como nación tenemos la capacidad, la voluntad y la habilidad para enfrentar y superar las duras realidades que existen hoy en el país y en el mundo".
Si obtiene la confirmación del Senado, el nieto del mítico John Davison Rockefeller logrará a sus 66 años situarse a un latido de la Presidencia. Sus ambiciones presidenciales son bien conocidas. Aspiró sin éxito al Despacho Oval en tres ocasiones (1960, 1964 y 1968) y su dimisión como gobernador de Nueva York hace un año se interpretó como el primer paso para volver a intentarlo en 1976. Ahora estará en una posición ventajosa para reclamar la nominación republicana en el 76 si Ford renuncia a presentarse.
"Ha sido una decisión completamente individual, y el Presidente Ford la mantuvo en secreto hasta que citó a Nelson Rockefeller en Washington para ser nominado a Vicepresidente", cuenta Christopher Lyndon en The New York Times.
"Era un secreto pero difícilmente una sorpresa", escribe Lyndon. "Desde el principio, el instinto del Presidente Ford y el consejo de sus principales consejeros como Melvin Laird y el Secretario de Estado Henry Kissinger, en desacuerdo en otras cosas, todos apuntaron hacia el ex gobernador de Nueva York".
Rockefeller cuenta con un sinfín de aliados en el gabinete que Ford ha heredado de Nixon. Rogers Morton (Interior), Caspar Weinberger (Sanidad), James Lynn (Vivienda), Frederick Dent (Comercio) y Bill Saxbe (Fiscal General) recomendaron a Ford que se decidiera por el neoyorquino.
El Times lo presenta como "la selección más obvia" en un momento de debilidad interna y externa de EEUU, porque se trata de "un político con probada experiencia ejecutiva, el capitán de una base de republicanos liberales y moderados y un famoso símbolo a nivel mundial, por su experiencia y el nombre de su familia, del poder americano y la empresa americana".
Desde que asumió el cargo a principios de agosto, el Presidente solicitó la opinión de más de 300 líderes republicanos de todo el país y la Casa Blanca recibió más de 10,000 telegramas de ciudadanos y grupos de intereses especiales intentando influir en la decisión sobre su número dos. Unos 600 telegramas apoyaron la posible selección de Rockefeller. En cambio, más de 3,000, probablemente como parte de un esfuerzo organizado por grupos conservadores, se mostraron en contra del ex gobernador de Nueva York.
Ford descartó desde el principio escoger a alguno de los símbolos de la división ideológica del Partido Republicano: el Senador por Illinois Charles Percy en la izquierda; el Senador por Arizona Barry Goldwater y el Gobernador de California Ronald Reagan en la derecha.
En la lista inicial que manejó Ford había quince nombres entre los que destacaban los de los Senadores Howard Baker y Bill Brock, ambos de Tennessee, de los cuales le gustaba más el segundo; el Senador Mark Hatfield, de Oregon; el ex Fiscal General Elliot Richardson; y los Gobernadores Dan Evans, de Washington, y Bill Scranton, de Pennsylvania.
No obstante, la terna de finalistas fue la formada por el veterano Rockefeller y dos hombres más jovenes: el Embajador de EEUU en la OTAN Donald Rumsfeld, de 42 años, que volvió a Washington a ayudar a Ford, su antiguo jefe en la Cámara de Representantes, en el proceso de selección; y el presidente del Comité Nacional Republicano y también ex Congresista George Bush, de 50 años.
Aparte de Rockefeller, Bush es quien más activamente lo persiguió. Montó una especie de sala de operaciones en una de las plantas del Hotel Statler Hilton de Washington encabezada por Richard Herman, un miembro destacado del Comité Nacional Republicano, cuyo aparato podía ser muy útil en la misión de recabar apoyos.
El 11 de agosto, Bush se hizo con el apoyo suave de Goldwater, convencido de que la elección era entre Rockefeller o Bush, "que complementa el apoyo al texano por parte de varios liberales y moderados de la Cámara de Representantes", podía leerse en el Times.
La principal virtud de Bush era, según el Times, que "como presidente de los republicanos durante el colapso de la Presidencia de Nixon con el Watergate, se las arregló de alguna manera para evitar ofender gravemente a nadie en su partido".
"Si los bastiones políticos y financieros significan algo, el señor Bush puede asegurar que tiene dos: uno en Houston y otro, a través de las conexiones familiares, en Wall Street/Connecticut", decía el Times siete días antes del anuncio.
El 14 de agosto, The Washington Post señalaba que Bush estaba recibiendo "una impresionante variedad de apoyos". Herman declaraba al Post que Bush "es el único que no tiene oposición. Puede que no sea la primera opción en todos los casos, pero es mejor que cualquiera como segunda opción". El 15 de agosto, una fuente cercana a la Casa Blanca informaba a David Broder y Lou Cannon de que Bush estaba "en la mejor posición" para ser el elegido por el Presidente.
Pero una búsqueda tan agresiva también convirtió a Bush en el blanco de los ataques de quienes favorecían la opción Rockefeller, que eran mayoría en el entorno presidencial.
"Nosotros no hemos montado un cuarto de calderas ni hemos llamado a nadie ni hemos hecho nada" a diferencia de las técnicas del equipo de Bush, declaró el portavoz de Rockefeller, Hugh Morrow, en esos días.
La revista Newsweek, citando fuentes anónimas de la facción pro-Rockefeller en el seno de la Casa Blanca, publicaba el 18 de agosto que Bush había perdido enteros "por el descubrimiento de presuntas irregularidades en la financiación de su fallida campaña de 1970 al Senado por Texas", la que más dinero recibió en todo el país de los comités nacionales del partido.
Según Newsweek, "el señor Bush recibió 100,000 dólares de fondos controlados por la Casa Blanca de Nixon y 40,000 dólares de ese dinero no fueron debidamente declarados como obliga la ley electoral".
Tuvo que salir James Bayless, director financiero de la antigua campaña senatorial de Bush en el condado de Harris (Houston), a denunciar el informe como "una maldita mentira". "No estuvo implicado en nada de eso", declaró Fred Chambers, otro hombre de Bush en Texas.
Los elementos más conservadores del Capitolio no reciben bien la nominación de Rockefeller. El Senador Jesse Helms, de Carolina del Norte, reúne inmediatamente a un grupo de unos 20 conservadores de ambas cámaras para luchar en contra de la confirmación de Rockefeller. Y el Congresista John Ashbrook, el conservador de Ohio que desafió a Nixon en las primarias de 1972, denuncia la selección como "el primer error serio del Presidente Ford".
Esos conservadores temen que Rockefeller rodee a Ford de asesores de su órbita en política doméstica y exterior, como James Cannon, y utilice la Vicepresidencia como una plataforma para posicionarse de cara a 1976.
Para Ford, sin embargo, era más importante la respuesta de Goldwater, y este ya le aseguró que aceptaría a Rockefeller.
"No va a caer bien a los conservadores en el Partido Republicano y yo advertí de ello al Presidente y estoy seguro de que lo entendió", declara Goldwater en rueda de prensa. "En otras palabras, va a llevar un poco de trabajo por nuestra parte ayudarle en las etapas difíciles de no tener una bienvenida unificada de todos los republicanos".
Rockefeller visita el Capitolio dos días después para reunirse con Goldwater y otros senadores importantes de ambos partidos y preparar el proceso de confirmación.
"Lo admiro", dice Rockefeller sobre el hombre que le arrebató la nominación presidencial republicana en la amarga campaña de 1964. "Creo que será como los otros miembros y examinará todas las cualificaciones y tomará una decisión basándose en eso".
El ex gobernador de Nueva York defiende que no es el momento de pensar en las implicaciones que su acceso a la Vicepresidencia pueda tener de cara a la conformación del ticket electoral republicano de 1976.
"Esto tiene que considerarse dentro de la situación crítica de hoy, relacionado con los problemas de hoy en esta nación y la necesidad de tener un Vicepresidente. No se trata de tomar una decisión política para el futuro. Por mi parte, a mí me preocupa el presente", declara Rockefeller a los reporteros en un pasillo del Capitolio. "Quiero ayudar al Presidente y a su trabajo, y lo que ocurra en el futuro es completamente irrelevante", dice.
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