viernes, 22 de septiembre de 2017

¿A quién rayos le importa Alabama? (2)

4 de julio de 1973. George Wallace y Ted Kennedy celebran juntos el Día de la Independencia en el festival "Espíritu de América" en Decatur, Alabama. El gobernador de Alabama y el senador por Massachusetts son dos potenciales aspirantes presidenciales para 1976 y los máximos representantes de dos sectores aparentemente irreconciliables dentro del Partido Demócrata.


Diez años antes, Wallace había defendido las leyes de segregación racial y había impedido el ingreso en la Universidad de Alabama de los primeros estudiantes negros, obligando al Presidente John F. Kennedy, el hermano mayor de Ted, a movilizar a la Guardia Nacional.


Pero ahora cada vez más gente empieza a comprender que la larga cruzada de Wallace y otros ("Apoyé la segregación porque era la ley", suele defenderse Wallace) no es en realidad (o no solamente) una lucha racial, sino un movimiento contra "los burócratas de cabeza puntiaguda que no podrían ni aparcar bien sus bicicletas" y "el gobierno pseudointelectual donde solo un grupo elitista y selecto redacta directrices en agencias y decisiones judiciales, y habla desde algunos púlpitos, algunos cámpuses, algunas redacciones de periódico, mirando por encima del hombro al hombre corriente de la calle".


El lobby negro NAACP condena la visita de Ted Kennedy a Decatur. Eso no detiene al senador, que describe a Wallace como un creyente en el "verdadero espíritu de América" y alguien que apoya
el derecho de todos a "decir lo que piensan y a ser escuchados". En definitiva, la voz políticamente incorrecta de partes olvidadas de la sociedad.


"Todos sabéis que el Gobernador Wallace y yo opinamos diferente sobre algunos asuntos importantes. Y hay muchos en el Partido Demócrata y a lo largo de este país que están en desacuerdo con los dos. Pero tenemos algo en común: no corrompemos, no difamamos y no abusamos de la confianza que la gente nos ha otorgado", dice Kennedy.


Otra cosa que tienen en común es que ambos están en la lista de enemigos peligrosos de la Casa Blanca de Nixon, aunque se supone que todavía no lo saben. "Nosotros no compilamos una lista de enemigos cuyas carreras y vidas son destruidas por no estar de acuerdo", dice Kennedy. "No utilizamos las tácticas de los criminales o el poder de la ley para silenciar a aquellos cuyas ideas son diferentes de las nuestras".


Wallace utiliza la visita de Kennedy para mejorar sus difíciles
relaciones con los sindicatos. El gobernador divisa al líder sindical Barney Weeks entre la multitud y le invita a subir a la tribuna.


150 reporteros, muchos nacionales, cubren el evento, que mañana irá en la portada de The New York Times. El columnista William Safire lo definirá como "un importante punto de inflexión" en el Partido Demócrata tras una década de amargos conflictos.


El artífice del encuentro entre los dos divos es
Robert Strauss. El nuevo presidente del Comité Nacional Demócrata empieza con buen pie su andadura al frente del partido. Strauss confesará tiempo después: "Sabía que Ted Kennedy era exactamente lo que yo necesitaba y lo que el Partido Demócrata necesitaba. Y sabía que ponerlo al lado de George Wallace sería un espectáculo tremendo. Se lo comenté a los dos y ninguno de ellos vaciló. Debo confesar que me tenía muy nervioso que algo saliera mal. Me preocupaba todo, desde la seguridad hasta la grosería por parte de cualquiera de los dos o de sus asesores".


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