jueves, 14 de septiembre de 2017

Que hablen de mí (5)

15 de noviembre de 1999. El magnate inmobiliario Donald Trump, de 53 años, aterriza en el aeropuerto internacional de Miami con su jet privado 727 y su nueva novia, la modelo eslovena de 29 años Melania Knauss. Le esperan en la pista Jorge Mas Santos y otros líderes de la Fundación Nacional Cubano Americana.


Trump se unió al Partido de la Reforma en octubre y está en plena
fase exploratoria antes de decidir si buscará la nominación presidencial. Y qué mejor forma de explorar sus opciones en Florida que cortejando al millón y medio de votantes nacidos en Cuba que hay solo en el condado de Miami-Dade.


"Si quisiera la nominación del Partido de la Reforma, creo que la conseguiría. Y me baso en conocimientos más que en sensaciones", declara a los reporteros que se interesan por su aventura. "La pregunta es si siento que puedo ganar las elecciones generales. No quiero obtener el 21 por ciento de los votos y terminar el miércoles siguiente de vuelta en mi despacho de la Torre Trump diciendo que fue una experiencia maravillosa. No significaría mucho para mí si no gano".


El periódico The Sun-Sentinel de Fort Lauderdale titula con motivo de su visita al estado soleado: "Trump: tengo lo que hay que tener para ser Presidente".


"La visita de Trump a Miami", dice el Sun-Sentinel, "marca el inicio de un paseo de noventa días para ganarse a 'El Pueblo' acompañado de un grupo de firmas de relaciones públicas y su nuevo asesor de campaña Roger Stone, un genio de las campañas presidenciales de Richard Nixon y Ronald Reagan".


Trump se traslada por Miami en un convoy de limusinas escoltado por la policía de la ciudad y por profesionales de una firma de seguridad privada vestidos como si fueran agentes del Servicio Secreto. Su primera parada es en un museo de la Pequeña Habana dedicado a los exiliados cubanos que murieron durante la invasión de Bahía de Cochinos en abril de 1961.


"Admiro realmente la dureza y el coraje, y os diré que la gente de la brigada realmente tenía eso"
, les dice a los Veteranos de Bahía de Cochinos. Recuerda a los 90 combatientes que murieron en la operación "por el hecho de que fueron abandonados por nuestro país".


Al final del día, medio millar de miembros y simpatizantes de la Fundación Nacional Cubano Americana lo reciben en el hotel Radisson Crown Plaza. La organización del exilio cubano ha estado históricamente asociada con el Partido Republicano, y más este año que se presenta el hermano del gobernador de Florida, pero han hecho una excepción con Trump por
su apoyo al embargo de EEUU contra Cuba, que dura ya 39 años. Por si hubiera alguna duda de su lealtad, Trump escribió hace poco un artículo de opinión en las páginas del Miami Herald criticando "el sistema económico marxista leninista de Castro" y reafirmando su apuesta por el embargo.


"El señor Trump ha utilizado su plataforma pública para ayudar a elevar el discurso sobre Cuba a lo más alto del debate nacional en el contexto de 'Libertad primero, comercio después', la única posición que conviene a América como líder del mundo libre"
, dice Jorge Mas mientras presenta a Trump.


El megaempresario toma la palabra y agradece los elogios de Mas. "Cuando Cuba sea libre, ¿conseguiré el primer hotel?", le pregunta a Mas medio en broma medio en serio.


Trump presume de haber rechazado ofertas para llevar la 'magia de Trump' a Cuba porque las inversiones en la isla solo enriquecen al gobierno cubano. Quiere mantener la presión sobre Fidel Castro, una presión que en su opinión está empezando a languidecer con la administración Clinton. Nada de premiar a Castro con comercio y dinero en efectivo "hasta que Cuba sea libre", dice Trump, porque Castro "es un asesino, un tirano, un mal tipo en todos los sentidos".


En resumidas cuentas, su política hacia la isla se sintetiza en dos sencillas palabras en castellano. "Si pudiera encontrarme con Castro ahora mismo, tendría dos palabras para él: adiós, amigo", dice.


No faltan comentarios sobre su segunda mujer ("Quizá no era tan inocente como yo pensaba") y sus empresas ("Mi compañía es más grande, más fuerte, más rica, más poderosa" que nunca) en un discurso de diez minutos.


"Vayan con Dios", se despide en castellano.


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