10 de marzo de 1988.Jesse Jackson hace campaña en Illinois antes de la primaria demócrata del estado de las praderas. El reverendo afroamericano, de 46 años, vive en Chicago desde los años sesenta, pero esta vez decide visitar algunos de esos idílicos suburbios blancos de clase media acomodada de los condados de DuPage y Lake que rodean la ciudad del viento por el norte y el oeste.
El candidato se presenta en un instituto de Naperville y en un colegio cristiano de Wheaton con un plan de seis puntos para "acabar con las drogas antes de que alcancen las costas de América", que incluye destinar 1,000 millones de dólares a la Guardia Costera para detener la llegada de las drogas a EEUU. Un asunto ideal, poco polémico y fácil de comprender, para que la clase media blanca te vea como un negro de confianza.
A pesar de la distancia que separa a un activista negro con una agenda política radical y a los chicos y chicas de las típicas familias blancas suburbanas, la "celebridad" Jackson se convierte en una atracción irresistible para unos estudiantes siempre dispuestos a saltarse las clases y tener un poco de diversión. Incluso consigue que canten We shall overcome para él.
"No se saben la letra y falta algo de emoción, pero pocos de estos estudiantes de Wheaton tienen algo que ver con el movimiento por los derechos civiles y solo un puñado de ellos ha cantado alguna vez 'We shall overcome'", comenta Jim Avila, reportero de la filial de CBS en Chicago. El instituto cristiano de Wheaton solo había recibido a candidatos republicanos "y todos ellos eran blancos hasta la llegada de Jesse Jackson".
Jackson bromea saludando "a los demócratas inspirados y a los republicanos que han sufrido una transformación esta mañana".
Horas después, en Naperville, una zona "con pocos demócratas y menos negros", Jackson dice que "los traficantes de drogas, el flujo de drogas son la amenaza número uno a nuestra seguridad nacional". "Hagamos de América una nación sin drogas", propone.
La droga afecta especialmente a las grandes ciudades y, por su cercanía, los padres preocupados de las comunidades suburbanas ideales como Naperville creen que hay que hacer algo para mantenerla alejada y que no amenace su forma de vida. Porque se vive bien en Naperville. La ingresos medios anuales de los hogares son el doble que a nivel nacional y casi siete de cada 10 trabajadores tienen empleos de cuello blanco. Se respira un ambiente familiar y cuenta con una agradable y segura zona céntrica. Aparece a menudo en las listas de las mejores ciudades pequeñas de América. Y eso también se refleja en sus centros educativos.
En el instituto de un barrio pobre de Chicago como West Englewood, solo el 40 por ciento de los alumnos consigue graduarse. En cambio, a unos 50 kilómetros al noroeste, en un suburbio pudiente como Naperville, encuentras institutos como el de El club de los cinco (aquí un podcast sobre una de vuestras películas preferidas) en los que se gradua el 99 por ciento del alumnado. Institutos que cuentan con instalaciones valoradas en millones de dólares, con piscinas de tamaño olímpico, gimnasio, departamento de música y laboratorio de informática. En Naperville el 78 por ciento de los alumnos cumple los requisitos en comprensión lectora, el 76 por ciento en ciencias y el 77 por ciento en matemáticas. En West Englewood solo el 16 por ciento cumple los requisitos en comprensión lectora, el 1.5 por ciento en ciencias y el 0.5 por ciento en matemáticas.
Las crónicas de las cadenas de televisión locales que siguen la visita de Jackson a los suburbios cuentan que "un público de instituto que podía no estar de acuerdo con él en cuestiones políticas, parecía entusiasmado con su plan de seis puntos que llama a gastar casi 7,000 millones de dólares al año en educación, tratamientos y cuerpos de seguridad. Un incremento del 71 por ciento sobre los niveles actuales. El nombramiento de un zar federal antidrogas que supervise todas las operaciones del gobierno. Convocar una cumbre antidrogas en el hemisferio occidental para aumentar la cooperación internacional y considerar acciones militares para ayudar a los gobiernos extranjeros o para pasar a la acción cuando rechacen la ayuda".
"El uso del Ejército siempre será el último recurso", dice Jackson. Pero añade: "Debemos estar preparados por si un gobierno democrático es derrocado por un capo de la droga".
Jesse Jackson y la clase media-alta blanca están de acuerdo en algo.
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