Toca contener la euforia

El Presidente Ronald Reagan visita el cuartel general de su campaña de reelección en Washington, DC a las 11 de la mañana del 31 de octubre, día de Halloween, de 1984. Faltan seis días para las elecciones presidenciales. Ed Rollins, director de la campaña (campaign manager); su número dos y director político, Lee Atwater; el Senador Paul Laxalt, chairman de la campaña, y decenas de empleados y voluntarios reciben al Presidente en medio de una atmósfera de entusiasmo y justificado triunfalismo.

Richard Wirthlin, el gurú de las encuestas de la campaña de Reagan, ha dicho al Presidente que ganará las elecciones con el 59 por ciento de los votos, con un margen de error de dos puntos, y que va por delante en 49 de los 50 estados de la Unión. Wirthlin sostiene que el demócrata Walter Mondale solo tiene asegurada la victoria en el Distrito de Columbia (3 votos electorales) y que Reagan está ligeramente por detrás en el estado natal de Mondale, Minnesota (10 votos electorales).

Después de Minnesota, según los sondeos internos de la campaña, los estados más igualados son Iowa, Illinois, Pennsylvania, Massachusetts y Rhode Island. Sí, por increíble que parezca, Wirthlin ha comunicado a los estrategas de Team Reagan que, por los estragos en la industria siderúrgica, la ventaja del republicano en Pennsylvania es de menos de 5 puntos mientras que en Nueva York es cercano a los 10 puntos. No obstante, Wirthlin cree que esos cinco estados caerán finalmente del lado de Reagan (incluida Massachusetts, que algunas encuestas públicas, no todas, adjudican a Mondale, al igual que Rhode Island y Maryland). Es decir, que el Presidente se hará con al menos 525 de los 538 votos electorales si las previsiones de Wirthlin se cumplen, y puede llegar incluso hasta los 535.

El metódico encuestador mormón trabaja para Reagan desde su campaña de reelección como gobernador de California en 1970, cuando veía a su nuevo cliente como "un actor mediocre de serie B que está cuatro grados a la derecha de Atila el Huno". Desde entonces no le ha fallado en sus estudios sobre las opiniones y comportamientos de los votantes. Pero esta vez sus conclusiones parecen demasiado buenas hasta para un optimista como Reagan.

"No puedo convencer a Wirthlin de que debemos ocultar las encuestas", bromea Reagan antes de recurrir a un chascarrillo deportivo y batallita personal para pedir prudencia a los esforzados hombres y mujeres de su oficina electoral.

"Sé que esta es mi última campaña, así que voy a... sé que me acusan también de contar anécdotas. Pero si os preguntáis por qué debería estar nervioso o algo a pesar de todo esto, os contaré una pequeña experiencia de mis días como locutor deportivo.

"Creo que un tipo de Ohio State llamado "No Tengas Piedad" Schmidt era el entrenador. Y tenía un equipo del que se decía no solo que era el mejor equipo del país sino uno de los mejores equipos de todos los tiempos. Y yo fui el único locutor deportivo del país, creo, que predijo que aquel sábado por la tarde Notre Dame iba a derrotar a Ohio State.

"Y estábamos radiando un partido de los Diez Grandes (Conferencia Oeste del deporte universitario) en ese momento. Dio la casualidad de que yo sabía que Notre Dame había perdido a su capitán al inicio de la temporada. Y quiero decir que lo perdieron; murió de una lesión. Y le habían dedicado el partido contra Ohio State. Y yo creía tanto en el 'Gipper' [George Gipp] que me decanté por Notre Dame, y eso que no había interpretado al 'Gipper' todavía.

"Pero sentado en la cabina de comentarista, nos llegaban los marcadores de otros partidos, y seguían llegando. Y estaban Ohio State, 13; Notre Dame, cero, a falta de dos minutos para el final. Y, por supuesto, el personal que me acompañaba se estaba burlando de mí -sigilosamente, porque los micrófonos estaban encendidos y estábamos radiando el partido-.

"Dos minutos de juego y entonces llegó el resultado final: Notre Dame, 18; Ohio State, 13. Tres 'touchdowns' en dos minutos.

"Así que quiero estar en el lado de Notre Dame en estas elecciones".